jueves, 16 de septiembre de 2010

Turista


Tardé más de tres años en aprender a nadar.

Esto me generó grandes conflictos y vergüenzas al ir yo creciendo año tras año y empezar a destacar por más de una cabeza sobre los otros niños.

Además de un cursillo de vernao en una piscina provisional en la playa de la Mar Bella, pasé por un gimnasio y por el gran club deportivo de mi barrio, el Júpiter, donde fui durante dos cursos completos, jodiéndome cada sábado por la mañana. Lo pasaba mal al tirarme al agua, al agitar los brazos, al ir a buscar el puto corcho, al salir del agua. No había nada que me motivara.

Desde entonces, siempre me encuentro extraño en los gimnasios; en los vestuarios me siento raro, como un intruso. Como un turista. Como si todo el mundo supiera cómo se hacen las cosas, todo el mundo excepto yo. Tampoco me sé tirar de cabeza y odio a todos los que se empecinan en enseñarme.

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